lunes, 7 de septiembre de 2009

De cómo se termina un martirio

Despertó con la melancolía de siempre.

Para joderla aún más aquel maldito cabrón roncaba más allá de los límites de la razón.

A sus veintiún años aquél cazador de viudas ya tenía un humor de la mierda.








Humor de la mierda si se peleaba con su padre,

humor de la mierda si le dejaban mucha tarea,

humor de la mierda si tenía hambre,

humor de la mierda si la ducha estaba fría,

humor de la mierda si el celular de ella sonaba,

humor de la mierda si no le remuneraba lo que le pedía,

humor de la mierda si el puto sol no salía.








Despertó paladeando el odio.

Cada ronquido de aquel cabroncito era una invitación al delito.


Se levantó con sigilo y fue al buró magenta a buscar bajo las prendas aquel revolver que guardaba con tanto cariño.








El gatillo le dio el privilegio de no volver a escuchar esos putos ronquidos.

No hay comentarios: